Fue Ralph Waldo Emerson el que acuñó la frase “La vida es un viaje, no un destino”. Hoy sabemos que cuando se trata de metas sentimos placer cuando tomamos un paso en la dirección correcta, es decir, cuando tenemos la percepción de progreso. También sabemos que efectivamente hay efectos placenteros cuando alcanzamos la meta, pero que es una sensación de estar contentos de corta duración. Es decir, cuando se trata de alcanzar metas, algo que es importante en la vida, es el viaje el que cuenta, no el destino. La construcción de un camino con varios pasos positivos de progreso nos dará mayores sensaciones positivas que el alcance de la meta, que nos dará una sensación muy temporal.

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​Entonces, desde ese punto de vista, si vivimos para ser felices cuando alcanzamos las metas de la vida, pues tendremos felicidad auténtica, pero en pocos momentos, y con cortas duraciones. Lo importante, según ese “principio de progreso”, es que el camino que recorrimos para alcanzar la meta también nos llene de satisfacciones, que podamos fluir y saborear el viaje en gran parte de sus momentos para tener una experiencia positiva más alargada.